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  • Columna del Dr. Cristian Salazar Concha, Académico del Instituto de Administración de la Universidad Austral de Chile. 

 

El teletrabajo es un gran aliado en estos tiempos de crisis, siempre y cuando éste haya sido bien planificado y los teletrabajadores capacitados.

Hoy muchos trabajadores ejercen un “trabajo obligado en el hogar” como medida de contingencia por el covid-19. El teletrabajo está siendo adoptado como una alternativa para mantener la continuidad operacional de muchas organizaciones, no obstante, como se ha incorporado dada la emergencia, sin previa planificación, está generando estrés en los colaboradores y distintos conflictos trabajo-hogar-familia.

En el actual escenario de cuarentena y de trabajo a distancia, los trabajadores no solo enfrentan nuevos conflictos y sobrecarga de roles, sino que también están experimentando una invasión de las tecnologías en sus vidas (que en distinta medida les ha obligado a trabajar más y por más tiempo).

Las tecnologías de información y comunicación tienen una doble cara, por un lado, facilitan el trabajo, mejoran la productividad y distintos resultados empresariales y, por otro, pueden generar efectos psicosociales y emociones negativas en los empleados en la medida que se interactúa con ellas, pudiendo provocar tecnoestrés.

El tecnoestrés surge por un intensivo uso de TIC para desarrollar el trabajo. Puede representar una fuente adicional de estrés para los trabajadores y, por tanto, en vez de mejorar la productividad podría disminuirla. Las organizaciones deben prestar atención a los aspectos invasivos de las TIC, como, por ejemplo, demandas extras de trabajo fuera del horario laboral, sobrecarga de correos electrónicos (muchas veces innecesarios), eternas videoconferencias, audios y mensajes móviles que no respetan los horarios de ocio y descanso.

Mientras los teletrabajadores se acostumbran a esta modalidad, no solo deberán enfrentar una sobrecarga de comunicación y de uso de dispositivos móviles, sino también conciliar el trabajo con sus familias, las que no estaban preparadas para enfrentar su trabajo desde la casa ni para instalar su oficina en el hogar.

La atención a la salud mental de los trabajadores es un factor clave. Los nuevos teletrabajadores además de lidiar con la complejidad que producen las nuevas tecnologías están lidiando con otros factores de estrés como la crisis sanitaria, el miedo a perder el empleo, el encierro y los conflictos trabajo-hogar. Es necesario que los empleadores consideren la salud de sus colaboradores y respeten (como lo indica la recién aprobada ley de Teletrabajo) los tiempos de descanso y de desconexión.

Doy ánimo a quienes además de trabajar en sus casas deben cuidar a sus hijos y familiares. Quienes señalan que “la familia debe ignorarse y quedar en un segundo plano cuando se trabaja en la casa”, están muy equivocados.

Esta modalidad es inmensamente beneficiosa tanto para la sociedad, las familias y el medio ambiente y desde su génesis ha permitido enfrentar distintas crisis.  Espero que las empresas saquen grandes lecciones de cómo implementar exitosamente esta modalidad y prontamente se generen plazas para quienes deseen optar por un trabajo más flexible y conciliador. De nosotros depende que el teletrabajo sea considerado trabajo y no sólo una respuesta a nuevas contingencias, que tarde o temprano, vendrán.

 

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marzo, 2024

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